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viernes, mayo 6

Todavia creo en mirar a los ojos (8)

Cuando era chiquita hablaba mucho, muchisimo. Con los clientes de siempre (del kiosco), con los clientes nuevos, con mis clientes favoritos, con mi vieja, con mi viejo, con mis amigos, con desconocidos, en la escuela, con las paredes, sola en el supermercado, con mi prima, con Samanta y con toda cosa u persona que se atravesara en mi camino de charlatana. Siempre, en todo momento. No tenia mucha verguenza que digamos. Era, verbalmente hablando, muy salvaje.
Con el tiempo me agarro el pudor, claro. Y me empezo a pasar lo que muchas veces relate antes.
Pero, ahora, en este tiempo, veo que afloran, nuevamente, en mi las ganas de hablar hastaporloscodos (sigo teniendo verguenza, eh).
Hablar, hablar, hablar y contar hasta los mas minimos detalles de todo. Puedo estar mas de una hora exaltada contando como era el relleno de los ravioles, ansiosa por llegar al final del relato, pero desmenuzandolo hasta lo imposible para no llegar a ese momento culmine.

Y todo esto venia al hecho de lo sucedido el Miercoles, el Clown. Hable mucho, muchisimo rato. Rapido, sin pena y sin asco.
Y me desinfle.
Volvi a casa como un globito desinfladamente feliz.
Dormi, dormi mucho. Volver al trote lingüistico agota!

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