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martes, enero 31

ABC-dinanza.

Desde siempre le pareció aburrido estar ahí, quieta y expectante. En el lugar que estaba no se podía nada, todo parecía -o podría parecer- ofensivo.
Bajó despacio los brazos, se resignó y con la poca suavidad que le quedaba, a la altura del recién comenzado día, le puso doscucharadas de azúcar a su café. Lo pensó mejor y echó dos más. Sabía que hoy no tendría paciencia con la misma seguridad que reconocía no tenerla mañana, ni soñarla ayer.
Para las otras era más fácil, no estaban expuestas ni eran tan reclamadas al momento de enumerar -enletrar.
En el fondo, los ruidos pretendían ser marcas en la pared. Las altas, las gordas, las cabezonas y las panzonas, las que tenían los pies para un lado y la cabeza para el otro, las que serpenteaban y siseaban. Medias lunas y lunas completas. Nunca faltaba una, y ya era costumbre saber que tampoco se iban de allí. No existía la necesidad de volver a ningún lado más.
Ella, a veces, se creía necesaria. Más que todas, encabezaba la lista y el ritmo no sería posible sin su presencia. O sí, lo sería, pero diferente. Y de las diferencias no se hablaba. Ella no quería más cambios en nada, en todo sí, eso le parecia más adecuado.
Cambió la postura, debía ser innovadora, como al comienzo y, quizá, podríairse. No sola, nunca irse sola. Nadie se iba sin llevarse al menos un poco de historia -siempre sobra. Pero irse tampoco estaba ensus planes, ya otras lo habían hecho, o al menos intentado. Las gemelas -largas y flacas-, el matrimonio porteño del che, y seguramente el nono convertido en ñoño con palitos lo haría pronto.
La jornada que terminaba volvía a empezar y ella volvió -como siempre, leitmotivamente-, a pensarlo mejor. Estar ahí no era tan malo ni tan emocionante, pero estaba primera, y para ella no había otra satisfacción mayor que ver como los nenes -en su casa, o vestidos de cuadrillé- la reconocían y aprendían a escribirla in provocarle ansiedad. No... La conformidad no sabía tratarla.
Se puso un sombrero y descansó sobre un árbol. Terminó su café, ya frío, y se animó pensando que, al menos, ya no era siempre la siamesa de la e.

22.05.09

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